La afirmación que se deduce del título de este artículo es fruto de mi relación con un gato este verano en Ibahernando (Cáceres). Además, es un debate recurrente y con él todas mis ideas no compartidas por algún compañero en mi colectivo de Acción en Red de Madrid, que creo que piensa que sólo se puede ser sujeto de derecho si se puede exigir el cumplimiento del mismo; yo por el contrario considero que puede ser exigido por alguien distinto al sujeto de derecho si éste no puede plantearse pedirlo, por tener insuficiente capacidad.

Los animales, incluidos los seres humanos, tenemos una inteligencia y una autoconciencia analógicas y no digitales. Me explico, un gradiente analógico continuo frente a las dos alternativas que supone lo digital: o uno o cero, o blanco o negro. Por el contrario a la visión digital, la visión analógica supone que cada individuo se sitúe en un punto determinado de los muchos continuos en la curva o la recta que define la inteligencia.

Dentro de esa línea nos podemos remitir al símil de un lugar en la escala ascendente de complejidad de la vida inteligente que hace el norteamericano Daniel Dennet. Este define dentro de él la diferente situación de cada organismo vivo respecto a la inteligencia y plasticidad para tomar decisiones: desde criaturas darvinianas (su comportamiento está determinado sólo por la codificación genética y por tanto no tienen ningún tipo de posibilidad optativa a la hora de enfrentarse a un problema), criaturas skinnerianas (que además de la información genética, aprenden de su experiencia), criaturas popperianas (que son las que además de tener las dos propiedades anteriores pueden hacer hipótesis de experimentación imaginativa); y por último las criaturas gregorianas (que a la hora de tomar una opción tienen en cuenta las enseñanzas de la tradición colectiva de su especie).A mi esta hipótesis me sirve para revindicar el papel de la cultura frente al del determinismo genético y decir que las mejores herramientas biológicas son las mentales. No es lo mismo la vida de una acelga que la de una pulga, la de una mosca del vinagre que la de un gato, ni la de un perro que la de un niño pequeño o un orangután. Todas están sujetas a una línea de vida analógica. “Según Dennett sólo los invertebrados, y quizás no todos, podrían ser criaturas puramente skinnerianas. Los vertebrados son todos, sin excepciones, al menos criaturas popperianas”.

Proximidad

©Lúa Ramé

Respecto al valor de la vida, hay al menos dos posicionamientos diferentes: La biologicista, asignándole a todo tipo de vida un mismo valor, absoluto, o (biologicismo fuerte) o con gradiente, (biologicismo débil). Esto se defiende desde alguna persona ecologista o desde posiciones religiosas como el jainismo hindú. Por el contrario, algunos tenemos una visión antropocentrista, al pensar que sólo podemos mirar al mundo desde el lugar biológico que ocupamos. En mi caso, ese antropocentrismo es débil, pues aunque valoro toda la vida lo hago más o menos por su proximidad a la especie humana, que es la mía.

Por supuesto, entre unas especies y otras hay enormes saltos en lo  que respecta a la complejidad de la vida y, desde mi visión de especie, de valor concedido a cada forma de vida.

Si nos fijamos en otras especies hominoideas: chimpancés; bonobos; gorilas de montaña; gorilas de llanura y las tres clases de orangutanes, nos vemos obligados a ver en todos ellos características como: alta inteligencia o autoconciencia (si aceptamos el reconocimiento ante un espejo y sistemas de comunicación como prueba). Estas cualidades se han comprobado en laboratorios; en un grado no inferior al que tienen niños humanos o personas con disminuición psíquica no profunda. ©Lúa Ramé

Hay estudiosos que llaman a éstos “póngidos” y a mí me gusta hacerlo con la palabra cuasipersona. En base a sus capacidades, merecen ser tratados con respeto.

Son sobradamente conocidos los casos de grandes simios que se comunican con sus cuidadores en laboratorios. Para hacerlo, y dado que ninguna otra especie de homínido, salvo la nuestra, posee un sistema fonador que permita articular palabras, se ha usado el lenguaje de los signos. Menciono el caso de la difunta chimpancé Whasoe, la igualmente difunta gorila Koko, famosa por el selfie que se hizo frente a un espejo y que fue portada de National Geographic, o el del recientemente fallecido orangután Chantek. Koko conocía y usaba, más de 1000 signos, creando con ellos frases nuevas y haciendo sesudas reflexiones. Muchos humanos, por desgracia actualmente, usan menos palabras de las que conocía Koko. Whasoe disfrutaba del tiempo libre y Chantek demostró que sonreía.
Decía Charles Darwin en el origen del hombre que “cualquier animal, dotado con instintos sociales bien marcados, incluidos aquí los afectos paternales y filiales, adquirirá inevitablemente un sentido o consciencia moral, tan pronto como sus poderes intelectuales se hayan desarrollado tan bien o casi tan bien como lo están en el hombre. Eso pasa con los grandes simios. Quizá debamos reconocer sentimientos morales en estos animales.

Hay quien considera que la habilidad de comunicación  de estos homos, procede de un eslabón evolutivo común entre los seres humanos, gorilas y chimpancés: el chimpanzee–human last common ancestor, CHLCA por sus siglas en inglés, hace entre 6 y 9 millones de años. Sea como sea, la posibilidad de comunicación entre distintas especies de homínidos es un hecho.

La vida y el sufrimiento

©Lúa Ramé

La vida puede ser más o menos compleja, desde la que tiene una célula procariota (sin núcleo) hasta la de un ser humano, entre medias señalo la de una acelga o la de un gato ¿Debemos defender toda vida con igual intensidad? o ¿una con más intensidad que otra en base a algún criterio?

Por suerte o por desgracia, la vida compleja, como es la del ser humano, necesita depredar otras vidas para seguir existiendo. Por eso rechazo la posición del biologicismo fuerte de respetar todo tipo de vida.

El veganismo se basa en no generar sufrimiento. Entiende que todo ser con sistema nervioso tiene la capacidad de sufrir, pero no sé si esto es un axioma o algo no totalmente demostrado.

Podemos no comer ni carne ni pescado, pero no podemos dejar de depredar vida (vegetal al menos) para mantener la nuestra. Otra cosa es causar sufrimiento a sabiendas.

Los humanos somos un sistema cerrado que necesita entrada de vida en él para mantenerse.

Derecho convencional y derecho inherente

Hay quien opina que los seres humanos, per se, tienen una serie de derechos inalienables independientemente de que se respeten o no.

Otros sostenemos que todos los derechos son fruto de un contrato social entre personas; lo que conlleva que puedan existir, o no. No son inalienables, aunque son muy convenientes y señalan un alto grado de civilización Su existencia depende del grado de desarrollo de la sociedad, entre otros factores.

Si los derechos son fruto de acuerdos, como sostengo yo, las cuasipersonas no pueden exigir su cumplimiento, pero otros animales podemos tutelarlos y pedir que se cumplan por ellas.

Juan Cordero