Cuentacuentos con Carmen Ibarlucea

Sábados: 27 de abril, 25 de mayo y 22 de junio a las 12h.


En un mundo cada vez más digitalizado, donde la pantalla se ha convertido en la principal fuente de entretenimiento para la infancia, el arte ancestral de contar historias ha demostrado mantener su encanto y su relevancia.

Con el objetivo de promover la imaginación, la creatividad y el desarrollo integral de los niños, desde La Boveda nos complace anunciar una serie de sesiones de cuentacuentos durante los próximos meses.

Los cuentacuentos, una forma de narración oral que ha pasado de generación en generación, no solo entretienen, sino que también despiertan la curiosidad y estimulan el pensamiento crítico en quien escucha.

Algunos de los beneficios de escuchar cuentos son:

  1. Estimulan la imaginación: A través de historias emocionantes y personajes cautivadores, los cuentacuentos nos transportan a mundos de fantasía donde todo es posible, y la imaginación es libre para explorar nuevas ideas y nuevos mundos.
  2. Desarrollo del Lenguaje: Escuchar cuentos de viva voz ayuda a los niños y a las niñas a mejorar sus habilidades lingüísticas, ampliando su vocabulario y comprensión del lenguaje de una manera divertida y natural.
  3. ⁠Fomento de la Escucha Activa: Los cuentacuentos requieren que las personas presten atención y se concentren en la historia que se está contando, lo que fortalece sus habilidades de escucha activa y promueve la concentración.
  4. ⁠Creación de Vínculos Emocionales: Compartir la experiencia de escuchar cuentos crea un ambiente cálido y acogedor que fomenta la conexión emocional y fortalece los lazos sociales.
  5. ⁠Transmisión de Valores y lecciones de vida: Muchas historias narradas durante los cuentacuentos contienen mensajes y enseñanzas valiosas sobre el respeto, la amistad, la resiliencia y otros valores fundamentales para el desarrollo infantil.

Os invitamos a uniros a estos eventos para experimentar la magia de la narración oral y disfrutar de los numerosos beneficios que ofrece esta antigua forma de entretenimiento.

La responsable de contar es Carmen Ibarlucea, una narradora con más de 20 años como profesional de la narración oral. Ella con su voz nos traslada a mundos fantásticos y nos hace participar en las aventuras de héroes y heroínas inteligentes, valientes y a veces cómicos.

¡Acompáñanos y déjate llevar a un mundo a la medida de las personas!

Presentación del libro «Pájaros azules»

24 de abril a las 19h.


El libro Pájaros azules, escrito por Zigor Olabarria Oleaga, cuenta la historia de Santi Cobos, superviviente del sistema carcelario, que da testimonio de la crueldad del sistema, la impunidad de los carceleros, las torturas, etc. homenajeando a todas las personas que se dejaron allí la piel y las que se la siguen dejando hoy en día.

Nadie debe morir en la calle

Vivir en la calle es una de las experiencias más duras y traumáticas a las que una persona puede enfrentarse.

Supone carecer de intimidad, de seguridad y de un espacio propio en el que descansar o custodiar los bienes materiales y emocionales de cada uno. 

Implica desarrollar tu vida completamente a merced de los imprevistos. Tu día depende del calor o el frío que haga. Tu alimentación, de la buena voluntad de los vecinos, de lo cerca o lejos que quede un comedor social y de si hay plaza o no para ese día. Dormir es una aventura condicionada por la lluvia, por los eventos más o menos multitudinarios que organice la ciudad, por el humor de los que salen de fiesta o la consideración y la ideología del concejal o responsable político del momento.

Es fácil comprender por qué NADIE VIVE EN LA CALLE PORQUE QUIERE.

Porque vivir en la calle, además, deteriora la salud, la física y la mental, de forma acelerada. Porque las personas en situación de sinhogarismo viven de media 20 años menos que el resto de sus vecinos y vecinas. 

Porque LA CALLE MATA. No mata el frío, no mata el calor. MATA LA CALLE. Y si nadie debe vivir en la calle, NADIE DEBE MORIR EN LA CALLE.

Cada muerte de una persona provocada de forma directa o indirecta por su situación de calle es un fracaso de todos. A muchos niveles.

A nivel político. Porque son las y los políticos los responsables de impulsar y financiar las políticas y proyectos necesarios para acabar con el sinhogarismo. Empezando por combatir sus causas, demasiado enraizadas en las dinámicas y estructuras sociales.

Un fracaso institucional. Porque son las instituciones y servicios públicos los que han de desplegar modelos de atención que les sean realmente útiles a quienes más los necesitan, que suelen ser los más alejados de los servicios de atención. A pesar de sus esfuerzos. A pesar del compromiso de sus profesionales. 

Un doloroso fracaso para nosotras, las entidades de voluntariado que vemos como algunas de aquellas personas con las que tratamos diariamente se deterioran paulatinamente, sin que seamos capaces de encontrar un camino que motive el cambio necesario para una mejora. 

Y finalmente es un fracaso de toda la ciudadanía. De los vecinos y vecinas que miran para otro lado ante situaciones como las descritas. De aquellos que culpan a las personas sin hogar de su situación, sin conocer las circunstancias de cada persona, sin comprender las causas últimas que abocan a algunas personas a malvivir su vida en las peores circunstancias. Vidas invisibles a la vista de todos. 

Hoy estamos aquí para recordar a Mamadou, un joven sin hogar que falleció el pasado 12 enero en Madrid, en esta misma plaza. Víctima anónima de una ciudad cada día más inhumana y acelerada. 

Queremos hablar de él, decir su nombre, homenajearle, porque nada hay más injusto que una muerte invisible, olvidada incluso antes de producirse. Porque más allá de sus errores, de sus fracasos, de sus buenas o malas decisiones, Mamadou no merecía morir en la calle, sin recuerdos, sin despedidas. 

Como no lo merece ninguna de las personas que cada año fallece en la calle o como consecuencia de verse abocada a vivir en ella.

El primer paso para evitar estas situaciones es hacerlas visibles, hablar de ellas. Sentirlas como propias. Por eso hoy queremos hacer un llamamiento a los poderes públicos, a los servicios de atención, a nuestros vecinos y vecinas para que esta sea la última muerte que tengamos que recordar en la calle. Para que el nombre de Mamadou sea el último de la larga lista de fracasos que tanto daño nos hacen.

Para que el futuro sea que NADIE SIN HOGAR, no sea un lema, sino una realidad.


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