Sequía, mentiras y noticias falsas

Francisco Castejón. Miembro de Acción en Red de Madrid.

La escasez de agua dulce

Se dice a menudo que en un futuro no lejano veremos guerras en el mundo por el control del agua dulce. Pero no ha hecho falta esperar para que podamos ver a la derecha y a la extrema derecha de nuestro país, encarnadas en PP y VOX, plantear una guerra política para el control del agua, basada en la mentira, el populismo y la demagogia. El uso de la mentira y de las falsas noticias en esta guerra política es especialmente dañino, porque impide que la sociedad tome conciencia del problema real al que nos enfrentamos y dificulta la toma de decisiones para solucionarlo.

Hemos vivido un nuevo ciclo climático con escasez de precipitaciones. Esta pertinaz sequía no debería sorprendernos porque es cíclica y cada cierto tiempo golpea a nuestro clima mediterráneo. Hay, sin embargo, un hecho que diferencia esta sequía de otras que solíamos sufrir. Se trata del cambio climático que va avanzando y, tal como predicen los modelos, va haciendo que las precipitaciones escaseen más y más, con la consiguiente disminución del volumen de agua potable disponible. Además de ser más escasas, las precipitaciones son a menudo catastróficas cuando se producen, lo que también predicen los modelos climáticos.

Este hecho se suma, para tensionar la situación, a un aumento del consumo de agua en nuestro país en las últimas décadas. Aumento que está provocado por el incremento desmesurado de la agricultura de regadío. De hecho es este sector el que se lleva aproximadamente el 80% del consumo total de agua .

Todos los ahorros de agua son bienvenidos, tanto en el sector industrial, como en el de servicios y el doméstico. En estas actividades hay aún mucho que hacer para reducir el consumo, como reparar las canalizaciones, reducir las piscinas privadas o construir jardines con especies autóctonas y no consumidoras de agua. Pero es obvio que nuestros mayores esfuerzos deben dirigirse a reducir el consumo en la agricultura de regadío.

Según algunos cálculos, una Ha de regadío puede producir hasta 40 veces más que una de secano. No es de extrañar, por tanto, que los agricultores se empeñen en poner en regadío más y más tierras. Y algunas de ellas se producen bajo plástico con unas producciones agrícolas muy elevadas que permiten la exportación de alimentos. La agricultura se ha tecnificado y puede considerarse como un sector industrial más. La falta de conciencia de la escasez de agua causa la extensión de cultivos muy demandantes y de cultivos que van a servir de alimento para el ganado, como el maíz, que es un gran consumidor de agua.

La paradoja: cada vez más regadío y menos agua para satisfacerlo

Los números demuestran a las claras estas informaciones. Según la AEMET, el clima en España es cada vez más árido. Desde 1950, unos 1500 km2 han pasado de pertenecer a climas templados para ser considerados áridos. Asimismo, la superficie dedicada al regadío ha pasado de 1,6 millones de Ha a 3,8 en el mismo tiempo, según las estadísticas del Ministerio de Agricultura. Este ritmo de puesta en regadío se ha acelerado la última década, en que se riegan 500.000 Ha más.

Como se ha dicho, el motivo para poner en regadío es que con inversiones aceptables se consigue elevar la productividad de la tierra notablemente. Hoy en día, el regadío ocupa el 23% de la superficie cultivada en nuestro país, pero produce el 65% de las cosechas. Esta extensión del regadío se produce a la vez que se reducen los recursos hídricos, que han disminuido un 12%, según el MITERD. Y que se espera disminuyan entre el 14% y el 40% para 2050, según las mismas fuentes.

El problema es claro y conocido. Pero no es fácil ponerle solución. Las políticas de reducción de regadío son muy impopulares y van contra el consenso general de que el regadío es riqueza. Incluso la izquierda defendió la extensión de los regadíos desde los años 70,reivindicando la puesta en riego de muchas tierras para mejorar la productividad y la riqueza.

La inversión pública ha ascendido a unos 3000 millones de euros según el Ministerio de Agricultura para modernizar regadíos. Esta inversión habría permitido consumir unos 3.000 Hm3 de agua menos que si no se hubiera hecho. El ministro de agricultura, Planas, anunció el día 20-4-2023 la inversión de otros 2.130 millones de euros hasta 2027, para hacer más eficientes los regadíos y poder usar otras aguas como la regenerada o la desalada. Con todo ello se esperan reducciones en el consumo del 10% aproximadamente.

Es encomiable buscar más eficiencia, pero esto no es la solución. El aumento de la eficiencia, sin otras medidas, podría dar lugar a un aumento de regadíos con el consiguiente aumento en los consumos. El enfoque de aumentar la oferta no es suficiente, hay que gestionar la demanda.

Es imprescindible un debate informado sobre los problemas del agua en nuestro país, que cada vez serán más acuciantes.

Charco de la Boca en El Rocío, donde termina el arroyo de La Rocina.

Las Mentiras

Otro dicho común, cuyo autor pudo ser Esquilo, es que “la primera víctima de la guerra es la verdad”. En esta guerra política que han iniciado los sectores más conservadores de nuestro país, las mentiras y los bulos se han difundido sin pudor, confundiendo a la población y, como ya se ha dicho, dificultando así el necesario  debate y la toma de decisiones basada en los datos científicos.

Ante esta situación de solución compleja, que implica luchar contra el cambio climático pero también adaptarse a la escasez creciente de agua dulce, se necesita tomar medidas consensuadas y cambiar el paradigma sobre la extensión del regadío. Habría que discutir nada menos que sobre los territorios que merecen ser regados y cuales no.

Un primer paso será, seguramente, reducir la superficie de regadío de nuestro país. Pero, lejos de eso, hemos asistido a la agitación de una consigna que parece que suena bien: “agua para todos”. Como si todos tuviéramos derecho a tener toda el agua que deseemos. Este lema se usa para alentar la construcción de infraestructuras hídricas como grandes embalses y trasvases, que es la segunda mentira que se agita durante las sequías: “esto no pasaría si se hubieran construidos más embalses”.

Los ríos no son solo unas fuentes de recursos para regar nuestros campos o mover nuestra industria y aumentar nuestra productividad. Son, sobre todo, fuentes de vida para nuestros ecosistemas, alojan vida y alimentan la vegetación de ribera. Es por eso que hay que garantizar siempre el caudal ecológico. Pero además, vemos que nuestros ríos están surcados a menudo por numerosos obstáculos inútiles como azudes y algunas presas en desuso. Ha empezado una campaña para renaturalizar los ríos que consiste sencillamente en el derribo de estos obstáculos, lo que permite que todo el ecosistema del río reflorezca. Esta campaña ha servido a la derecha para atacar al gobierno acusándolo de agravar la sequía . Han aparecido noticias absurdas contra el derribo de presas en desuso, como la de Valdecaballeros, que se construyó para aprovechar la posible electricidad sobrante de una central nuclear que nunca llegó a funcionar.

Los recursos hídricos disponibles serán, como se ha visto, mucho menores. La construcción de más embalses solo dará lugar a más embalses vacíos en las épocas de sequía. No es esa la solución a largo plazo a nuestros problemas y no debería presentarse como tal. También es necesario explicar que no habrá agua para todos, para todos aquellos que decidan poner en regadío más hectáreas, ni siquiera para los que ya lo han hecho.

El debate sobre los regadíos ilegales en las cercanías de Doñana es el ejemplo más claro de agitación de estos bulos. La Junta de Andalucía, gobernada por el PP, promete que habrá agua en el futuro para todos los regadíos, legales o no, sin esquilmar Doñana. Es una falsedad: no habrá agua. Y lo más sensato es reducir urgentemente la presión sobre el Parque mediante el cierre de los pozos ilegales.

Otro lema que aparece es que el agua de los ríos “se pierde” en el mar, en lugar de aprovecharse. Es conocido que la aportación de sedimentos favorece la creación de playas y deltas y el agua dulce disminuye la salinidad en la costa alejando a especies como las medusas.

El colmo llega ya cuando se habla de que la sequía puede producir escasez de alimentos a corto plazo. Y, lógicamente, la culpa será de quien no ha construido embalses para almacenar agua. No importa que no haya agua para llenarlos, ni que gran parte de nuestra agricultura se oriente a la exportación o al cultivo para alimentar al ganado. O que, por ejemplo, buena parte de nuestro grano se importe ya en la actualidad. La agricultura en España, y nuestro país no es una excepción, no está orientada a la soberanía alimentaria ni garantiza el autoabastecimiento. Por eso la escasez de algunos alimentos podría depender más de fenómenos geoestratégicos o de enfrentamientos bélicos que de nuestras cosechas.

A vista de todo lo dicho, se hace imprescindible y perentoria una reflexión sobre nuestra agricultura y el subsiguiente consumo de agua, incluyendo la ordenación de la distribución de regadíos en el territorio. Las dinámicas políticas puestas en marcha por la derecha no ayudan nada, no hacen sino agravar la situación.

Poscrecimiento: busquemos lo que nos une

En el seno del mundo ecologista se ha extendido una teoría, o mejor, una familia de teorías bajo la palabra decrecimiento.

El punto común de todas ellas es que es necesario decrecer en consumo, en la producción, en la economía, para resolver los problemas ambientales que nos acucian. Para ello defienden la austeridad, la disminución del consumo y un cambio profundo de valores sociales. Pero llegan más allá e impugnan la idea de progreso y critican toda la estructura científica. Las teorías decrecentistas quieren construir un mundo más sencillo, menos poblado y con mucho menos protagonismo para la ciencia y la tecnología. De hecho propugnan una vuelta al mundo rural con sus formas de vida tradicionales. Se opone a la modernidad e impugna la sociedad occidental… [Continua leyendo]

Un artículo de Francisco Castejón para Berrituz nº77.

Oportunidades de la Transición Ecológica, si además es transición justa

Artículo de Francisco Castejón publicado en la revista Berrituz, nº76.

  1. La imprescindible transición ecológica

La crisis climática que vivimos viene a dar la razón al ecologismo, que demanda desde hace décadas cambios en nuestras formas de producción, consumo, y de vida en general. Los impactos que caben esperar del cambio climático, si no disminuimos drásticamente las emisiones de gases invernadero, se encargarán de cambiar nuestras formas de vida imponiéndonos una austeridad desordenada. Así que la transición ecológica será por las buenas o por las malas.

Claro está, no todos los agentes socioeconómicos opinan igual sobre cómo debería ser esa transición, pues sus intereses son notablemente diferentes: desde quienes apuestan simplemente por cambiar las tecnologías por otras más limpias sin modificar las estructuras sociales hasta quienes impugnan radicalmente las relaciones sociales. Esto es una obviedad, pero está en el corazón de las dificultades que tenemos para avanzar. Los reducidos grupos sociales favorecidos por el statu quo no aceptarán fácilmente los cambios que puedan alterar las presentes relaciones de poder.  

Un análisis similar se puede hacer sobre las relaciones internacionales. Existen países que de ninguna manera quieren renunciar a sus niveles de consumo o que simplemente necesitan mantener este modelo energético basado sobre todo en los combustibles fósiles. 

Sin embargo, un mero cambio tecnológico no es suficiente.  Es necesaria una nueva escala social de valores que prime el cuidado del medio ambiente y la solidaridad sobre el consumo, la codicia y el poder. Probablemente lo que resulte de la transición ecológica sea una cosa intermedia entre todas las posturas, que dependerá de la capacidad que tengamos de movilizar las conciencias y de actuar.

Aunque existen numerosos elementos a reformar para alcanzar estas nuevas formas de vida, está claro que la energía juega un papel fundamental. Por un lado, las actividades relacionadas con la energía son las principales emisoras de gases de efecto invernadero, por otro lado la energía está en casi todos los procesos económicos, de consumo y de ocio. Así pues, es necesario prestar atención especialmente a la transición energética.

  1. Los cambios necesarios conllevan oportunidades

Sea cual sea el calado de la transición ecológica que finalmente se dé en España, está claro que producirá grandes cambios en nuestras formas de vida. Esta transformación representará también una serie de oportunidades, que será necesario esforzarse en aprovechar, pero no está garantizado que podamos hacerlo.

La sustitución de fuentes de energía sucias por fuentes renovables supone una oportunidad para un gran desarrollo industrial en nuevos sectores, lo que permitirá caminar hacia el necesario cambio de modelo productivo, que cree empleos de más calidad y con menos precariedad en nuestro país y que permita la aparición de nuevas empresas, más pequeñas.

Además del despliegue de renovables, es necesario desarrollar nuevas tecnologías como las relativas al almacenamiento de energía para salvar la intermitencia de estas fuentes, bien basado en baterías, en sales fundidas o en otros vectores como el hidrógeno. Igualmente será necesario desarrollar las tecnologías digitales para el control de redes de transmisión eléctrica. Todo esto requiere esfuerzos en investigación y desarrollo, lo que permitirá reforzar las investigaciones energéticas y de las tecnologías digitales con financiación procedente de estos desarrollos.

Vauban (Friburgo, Alemania). De Andrewglaser de Wikipedia en inglés, CC BY-SA 3.0.

La transformación no solo debe actuar sobre el sector de las renovables sino también en medidas de ahorro y eficiencia. En este campo la rehabilitación energética de viviendas tomará un gran protagonismo creando nuevos empleos en el sector de la construcción y manteniendo los que ya hay, muy relevantes en la economía española. 

El transporte también deberá experimentar grandes cambios. Será necesario electrificar el transporte y aumentar el uso del transporte público, incrementando así la eficiencia de la movilidad, lo que de nuevo producirá más empleos.

El urbanismo y la ordenación del territorio son dos elementos fundamentales para aumentar la eficiencia de todos los procesos productivos, sean de trabajo o de ocio. Lo importante no es solo garantizar la movilidad sostenible sino mejorar la accesibilidad a los servicios, y esta se mejora con una buena ordenación del territorio y con mejoras urbanísticas. La mejora de la accesibilidad a los servicios permitirá reducir las necesidades de movilidad, construyendo la famosa ciudad de los 15 minutos. 

La forma de generar electricidad de las renovables está basada casi siempre en elementos modulares (paneles solares, aerogeneradores, …) que no requiere mucha inversión individualmente, lo que abre la puerta a la creación de cooperativas y de comunidades energéticas, etc., creando así nuevas vías para la participación ciudadana y la democratización de la energía.   

Todas estas transformaciones traerán consigo un desarrollo económico y la generación de numerosos puestos de trabajo, como muestran numerosos informes, elaborados por diferentes instituciones, desde ONGs hasta reputadas consultoras. Estos estudios muestran a las claras una ganancia neta de empleo a pesar de las pérdidas que se producen entre los sectores productivos que se interrumpirán para prescindir de las fuentes energética no renovables. La creación de nuevos puestos de trabajo compensará con creces esta pérdida. 

El problema es que estos puestos de trabajo no se van a crear necesariamente ni en los mismos lugares ni en los mismos sectores industriales donde se han destruido. Y que las empresas impulsoras de estos proyectos no son necesariamente PYMEs, sino que pueden ser las mismas grandes eléctricas.   

  1. Pero no hay que dejar a nadie atrás

Los apoyos sociales a estos profundos y necesarios cambios dependerán de que estos no generen grandes sectores de población damnificados, debido a las modificaciones del esquema productivo, y de que no contribuyan a aumentar la desigualdad.

Los sectores productivos que desaparezcan (por ejemplo las centrales nucleares, la minería del carbón y las centrales térmicas de carbón) serán sustituidos por otros que permitan la creación de empleos y la generación de riqueza. Sin embargo, no necesariamente en los mismos lugares y sectores. La interrupción de la minería del carbón supuso un fuerte impacto para las cuencas mineras y el cierre de térmicas como la de Andorra (Teruel) dio lugar a la pérdida local de la principal actividad económica de la zona. 

Esta sustitución de unas actividades industriales o mineras por otras implica profundos cambios en la estructura productiva, lo que ha venido en calificarse en justicia como una nueva revolución industrial. 

La experiencia en nuestro país con la reconversión industrial fue traumática. Dio lugar a numerosa destrucción de empleo y zonas arruinadas, lo que despertó una gran oposición popular. Debemos extraer lecciones de aquella experiencia para que la transición energética sea una buena noticia para todos y no deje a nadie atrás. Las ayudas, la fiscalidad, las inversiones y las políticas públicas de empleo serán fundamentales. 

La formación de los trabajadores para que puedan desempeñar los nuevos empleos pasa a ser también un elemento clave. De esta forma, los damnificados por la interrupción de una u otra actividad pueden tener oportunidades para reconvertirse y conseguir nuevos empleos. 

Finalmente, hay que prestar atención al territorio. El esquema del actual modelo energético está basado en buena medida en grandes centrales con fuerte influencia sobre el territorio. Estas centrales se construyeron normalmente en zonas relativamente deprimidas y con poca población, siempre al lado de una masa de agua para refrigerarlas. Estas instalaciones introdujeron un gran cambio del modelo productivo local. Sin embargo, el modelo de crecimiento económico que propiciaron resulta frágil, pues suele tratarse de un monocultivo económico que genera puestos de trabajo en la zona, relacionados siempre con la central. El principal aumento de población y del empleo local se produjo durante la construcción de la instalación. El problema aparece cuando la actividad se interrumpe: el modelo de la gran central no ha conseguido generar una verdadera red productiva local, sino que todo depende de su explotación. Por ello su cierre conllevará una crisis en la zona, con migraciones forzosas y más población que se quedará atrás. Si bien el cierre de la instalación tendrá siempre un fuerte impacto, este puede ser más o menos grave según la diversificación de la economía local.

Para evitar este problema hay que potenciar un modelo económico local que sea capaz de mantener la riqueza de la zona. Estas acciones deberían empezarse antes del cierre de la central, de tal forma que cuando este se produzca pueda mitigarse el choque. Una vez cerrada la central, deben potenciarse las inversiones en actividades sostenibles. Suelen aparecer oportunidades relacionadas con la propia infraestructura que se cierra, pues hay conexión a la red eléctrica, terrenos disponibles y una masa de agua.

  1. Recapitulación 

La transición energética es una parte central de la transformación ecológica. Esta es imprescindible para luchar contra el cambio climático y mitigar la crisis ecológica. Esta transición conlleva una serie de importantes oportunidades que permitirían introducir cambios en el modelo productivo del país y el avance de la democracia en la economía, con la participación y corresponsabilidad en la generación de energía. El transporte, el urbanismo y la ordenación del territorio deberían también experimentar cambios para reducir el consumo de energía.

Parece imposible que la ciudadanía se oponga a estos cambios, pues tienden a generar más bienestar. Sin embargo, hay que cuidar a los damnificados por la transición ecológica. No se prestó suficiente atención a la gente que la globalización dejó atrás, y esto dio lugar a un aumento de la extrema derecha y a fenómenos como el Brexit, las movilizaciones de los chalecos amarillos en Francia o la extensión de la antipolítica en general. En el caso que nos ocupa debemos aprender de esta experiencia y cuidar el territorio y la recolocación de los trabajadores y las trabajadoras, para lo que será fundamental la formación de estos para prepararlos para los nuevos empleos.

 

Embalses casi vacíos: otra vez la escasez de agua

Artículo de Francisco Castejón publicado en la revista Berrituz.

La situación del agua en España y en el mundo, en gráficos. Datos actualizados el 27 de julio de 2022

1.- La sequía y las procesiones

Siempre que nos enfrentamos a escasez de agua y a embalses casi vacíos, recuerdo una anécdota que cuenta Buñuel en sus memorias. En la infancia de Buñuel, el país se enfrentaba a una intensa sequía y ni una triste nube aparecía en el cielo para alimentar las esperanzas de lluvia. Así pasó el tiempo hasta que un día amaneció nublado y todo indicaba que iba a llover abundantemente. Los curas de la iglesia de Calanda, el pueblo de Buñue, situado en el bajo Aragón, quisieron aprovechar esta circunstancia para aumentar la fe de sus parroquianos y sacaron a la Virgen en procesión para que favoreciera la lluvia. Pero fue sacar a la Virgen y todas las nubes que cubrían el cielo se disiparon y se alejó la promesa del agua. Los vecinos de Calanda se enfadaron mucho y tiraron a la Virgen al río Guadalope.

En estos momentos, nos enfrentamos a una nueva sequía y nos encontramos con una nueva escasez de agua. Los embalses españoles están bajo mínimos cuando se escriben estas líneas, con un contenido menor que el 35% en promedio, que baja en algunos casos al 15% de su capacidad. No sería de extrañar que en muchos pueblos los santos hayan salido en procesión para reclamar el agua, al igual que ocurrió en Calanda.

Uno se pregunta una y otra vez cómo hemos llegado hasta aquí. Sabemos perfectamente que tenemos un clima mediterráneo en que las precipitaciones son irregulares y las sequías son cíclicas. Deberíamos acomodar nuestra política de aguas a esta realidad.

Por si esto fuera poco, aparece en escena el cambio climático, cuyos efectos ya son evidentes en el área mediterránea, y hace aumentar los fenómenos extremos como olas de calor a la par que hace disminuir las precipitaciones. Este verano se nos han mostrado muchos de los fenómenos que caracterizan al cambio climático: olas de calor que se encadenaban unas con otras y han generado un record de verano caliente; una sequía persistente que, junto con un consumo desmedido de agua, ha llevado nuestros embalses a una situación de escasez record; una serie catastrófica de incendios como resultado de la sequedad del monte, del calor y de una serie de factores endémicos. Además, hemos vuelto a asistirá a algunas precipitaciones de efectos catastróficos, como los granizos de enorme tamaño caídos en el noreste de la península, que han generado una muerta, heridos y altos costes económicos.

Según los expertos esto es un anticipo de lo que nos espera en años futuros, dadas las emisiones de gases de invernadero que tenemos hoy y de lo ya emitido a la atmósfera.  Estos sucesos que hemos vivido deberían constituir una llamada de atención a la sociedad en general y a la clase política en particular. Si no tomamos medidas pronto, esta situación se agravará. Y estas medidas consisten en la reducción drástica de emisiones de gases de invernadero, lo que implica realizar una transición energética, pero también cambios en el urbanismo, la construcción, la agricultura, el transporte, la dieta y muchos otros aspectos de nuestras vidas.

La disminución de precipitaciones hace aún más evidente que la solución a la escasez de agua pueda ser la construcción de más embalses, lo que los amantes del hormigón están deseando hacer, puesto que así podremos encontrarnos con más embalses medio vacíos, dada la reducción de los caudales de los ríos que nos trae el cambio climático. No es más sensato recurrir a la construcción de más embalses que sacar los santos en procesión para luchar contra la escasez de agua. Con la diferencia de que los impactos ambientales y sociales de echar más hormigón al territorio son inaceptables, sobre todo teniendo en cuenta que el volumen de embalses  de nuestro país es de lo más altos de Europa.

2.- El consumo de agua

Para solucionar los problemas de escasez, debemos alejarnos de un enfoque de oferta, que se ocupa  de ofrecer todo el agua que se pide, y gestionar la demanda de agua.

El principal consumidor de agua en 2019 en España fue la agricultura de regadío, con el 67% del total aproximadamente, seguido por la industria con el 19% y por el consumo doméstico más servicios con el 14%. Aunque estas cifras han variado en estos años, la estructura de consumo se mantiene más o menos constante. Parece claro que sobre todo hay que actuar sobre la agricultura y ganadería, pues parte de los regadíos se dedican a alimentar al ganado, para reducir el consumo.

Las sucesivas campañas públicas de ahorro de agua doméstica han tenido un éxito relativo y se ha conseguido que el consumo medio por persona disminuya a 133 litros por día en 2022, un 2,2% menos que en 2016. Este ahorro doméstico es muy valioso, aunque no suponga una reducción muy grande del consumo total, porque denota una interesante evolución de la sociedad, cada vez más preocupada por este problema. Para reducir aún más el consumo urbano se deberían además tomar medidas institucionales. Todavía nos encontramos con demasiadas pérdidas en las redes de distribución de las ciudades, con un 15% en promedio, que llega al 20% en algunos casos. Hemos visto también  como ha aumentado de forma insensata el número de piscinas de nuestro país: llegamos a una media de una piscina para cada 37 habitantes, que sube a una piscina para cada 17 habitantes en algunas zonas residenciales.

Es necesario además hacer mucha labor pedagógica para que la gente sea consciente de donde procede el problema: la extensión abusiva de la agricultura de regadío, una parte de la cual se dedica a alimentar al ganado para satisfacer nuestra dieta con composición creciente de carne.  Hay que repensar la relación con los regadíos y replantear nuestra producción agrícola. Sobre todo teniendo en cuenta la escasez de agua en nuestro país.

3.- ¿Satisfacer la demanda?

La aportación de aguas para el consumo en España procede aproximadamente en un 80% de las aguas superficiales, en un 19% de los acuíferos y en un 0,5% de la desalación.

La puesta en marcha de nuevos regadíos es una acción insostenible en un país con un clima como el nuestro. La puesta en riego de un terreno multiplica su valor y su productividad, pero no tenemos suficientes recursos para permitir esta extensión insensata del regadío. Se trata de una transferencia de recursos públicos al sector privado, en suma.

Es imprescindible ajustar la demanda a los recursos hídricos disponibles. No se deberían construir más embalses puesto que ya tenemos un gran porcentaje de ríos regulados, casi el 50% de los caudales. Los ríos no son solo una fuente del recurso agua, sino que juegan un papel muy importante en los ecosistemas, en la fertilización de sus cuencas, en el aporte de sedimentos al mar, dando lugar a la formación de playas y deltas, en los climas locales y en las culturas de los territorios, por lo que no parece sensato sacrificarlos plenamente para los regadíos. Además, los impactos ambientales y sociales de los embalses son enormes. Los embalses significan  el aumento del abandono del medio rural y el fin de los ríos naturales. Y, como hemos dicho, el cambio climático está reduciendo los caudales disponibles, por lo que la construcción de más embalses  solo haría que viéramos más embalses vacíos que no podrían llenarse al ritmo necesario para satisfacer la demanda.

La desalación tiene un desarrollo limitado por su elevado consumo de energía y por el impacto que tiene la emisión de salmuera al medio. Sus aportaciones son bienvenidas en algunos casos cerca del mar, pero no se puede considerar la solución que va a permitir la satisfacción sin límites de la demanda.

Los acuíferos son también un importante almacenamiento de agua que puede ser explotada mediante pozos allí donde no llegan los ríos. De nuevo, el problema aparece cuando se producen abusos y se tira de los acuíferos a un ritmo mayor del que se llenan, con lo que se van agotando de forma irremisible, con fuertes impactos ambientales. En España existen numerosos pozos ilegales que posibilitan la extracción de agua sin control. El ejemplo más claro de todo esto son los pozos ilegales cercanos a Doñana, con una detracción de aguas que pone en peligro los hábitats del propio parque.

4.- Una nueva cultura del agua

La introducción de nuevas reflexiones sobre el uso del agua en nuestro país ha venido de la mano del ecologismo y de la Fundación para la Nueva cultura del Agua. Demandas importantes y urgentes son el abandono de políticas con enfoque de oferta que tienden a realizar grandes obras públicas y a llenar de hormigón el territorio con el consiguiente impacto ambiental y el sufrimiento social. Asimismo desecha los trasvases entre cuencas como una forma de favorecer el desarrollo de unas zonas del país a costa de otras, con el problema añadido de que se modifica radicalmente los caudales de los ríos.

Se hace necesario ver los ríos como mucho más que un recurso económico, puesto que son ecosistemas vivos que no solo aportan riqueza a través de la satisfacción de la demanda de agua fundamentalmente para regadíos.